Retomando el punto de partida anterior, en el cual la conquista y el sistema de enmiendas repercutieron en la organización social y económica del pueblo de Barva, sus habitantes empiezan a enfrentar a un principal problema: la tierra. Existieron limitaciones en el territorio para los cultivos, y aunado a esto, el trabajo forzoso y la destrucción del imaginario colectivo indígena, empujó a muchos de los indígenas a buscar refugio en las zonas altas de la Cordillera Volcánica Central, donde es conocida la relación que había entre los indígenas del Poás, el grupo Votos (también Botos) y los de la región cercana del Barva, los Huetar. Estos grupos habitaron estas zonas altas y además las llanuras al norte de esa zona montañosa. Conocidos son también estos trayectos o caminos a través del bosque para cruzar la montaña, mismos con el que muchos incursionaron contemporáneamente para la corta de palmito, para la pesca en Sarapiquí o la incursión de la Colonia Jesús María.
En el año 1611, los datos arrojan que la población de Barva constaba de 373 habitantes (recordar que en la enmienda de Perafán Rivera se encomendaron cerca de 500 indígenas). Por estas razones Barva, como muchos otros pueblos de la época colonial, pasó por un estancamiento en su desarrollo, ya que a pesar de sus fértiles terrenos había una baja productividad de la ganadería y el principal cultivo, como lo era la caña de azúcar, estaba destinada a haciendas que apenas empezaban, y en su mayoría eran esclavos negros los que laboraban en dicha tarea. Un dato interesante es que para el año 1613, las doctrinas de Cot y Quircot (que pertenecían hasta ese momento a Barva) pasan a la jurisdicción religiosa de Cartago, y es a partir de este suceso, que el pueblo de Barva se le bautiza con el nombre del santo conocido por todos los barveños: San Bartolomé, con un convento franciscano en el pueblo.
Existe una pequeña descripción del año 1662 que realiza el gobernador Rodrigo Arias Maldonado, que llega a Barva:
“La doctrina del Pueblo de San Bartolomé de Barva, distante ocho leguas de esta ciudad de Cartago, tiene hasta ciento y veinte tributarios poco más o menos, y en distrito de seis leguas más de ochenta haciendas de labor de trigo y maíz y de ganado mayor de españoles, mestizos y mulatos y tres molinos de moler trigo, cuyas familias y criados administra en sus haciendas un religioso por la caridad, padeciendo de la misma molestia que los otros dos de las doctrinas, y necesita esta doctrina otro religioso”.
Para mediados de este siglo confluye una emigración de españoles y mestizos a la región del valle de Barva, y empieza a crecer el pueblo vecino de Cubujuquí, el que en un futuro sería la ciudad de Heredia. Para el año 1693, el pueblo era uno de los que más habían crecido y desarrollado, por lo que pagaban mayores tributos: “4 tortones y un real” (tortón, moneda portuguesa de 100 reis, y en México, real de a cuatro). Es en esta época cuando el gobernador Gómez de Lara ordenó construir en los pueblos de Ujarrás, Barva y otros pueblos, las primeras ermitas de adobe.
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