Mi abuelo cuenta que para ir a tirar pavas tenía que madrugar bastante, agarraba su rifle y con algún compañero de montear, llegaban temprano a Paso Llano, cuando apenas el sol empezaba a pintar los copetes de los árboles. “Hay que ir temprano —seguía contando mi abuelo— porque ellas se levantan pronto para desayunar” salen del corazón de la montaña y rondan cerca de la calle buscando frutos, en las copas de los árboles o a veces en el suelo. “Era una carne blanquitica” narra mi abuelo, a quien le parecía curioso que aquel plumaje tan negro, resguardara esa carne tan blanca y sabrosa. “Su abuela la cocinaba riquísimo” y abuela, no sé si por nostalgia u olvido, se hace la que no escucha.
La pava negra es un ave endémica de las tierras altas de Costa Rica y el oeste de Panamá. Mide aproximadamente unos 65 cm y pesa alrededor de 1000 gramos. Posee una cara pequeña comparada con su cuerpo robusto, y una cola corta. Los adultos se caracterizan por el plumaje negro y opaco, que los hace parecer sombras dentro del bosque. En su cara la adorna un azul brillante y el iris por un rojo intenso. Pertenecen a la familia Cracidae, netamente tropicales y subtropicales, y del género Chamaepetes, que cuenta con dos especies, la Pava negra (Chamaepetes unicolor) y la Pava falcialar (Chamaepetes goudotii) que habita en Sudamérica. En Costa Rica se pueden encontrar desde los 1000 m de altura hasta los límites superiores. Su alimentación se basa en frutos, y construye su nido en lo alto del bosque. Son bastante sigilosas, suelen andar solas o en parejas.
Era un ave bastante perseguida y consumida en antaño, sobre todo en Paso Llano y Sacramento, donde eran prácticamente sus vecinas. El siguiente relato de Aida Zamora explica la manera en que ella la cocinaba: “La pava también se hacía en sopa o freída con salsita. La pava sí es gordita, como una gallina. A mí me tocaba pelarla con agua hirviendo para que se le cayeran las plumas”. Las poblaciones de pava negra se han visto reducidas por la cacería y la destrucción del hábitat, es una especie con posibilidad de ser declarada amenazada, pues su rango de distribución no es tan amplio. La concreción de Parques Nacionales junto con la ilegalidad de la cacería, han contribuido a la conservación de la pava negra en el territorio nacional.
La primera vez que observé una pava fue en Los Ángeles de Paso Llano, internados en el trillo escuchamos un fuerte sonido en las copas de los árboles, cuando vimos un aleteo de una masa negra, escapando de nuestra presencia. Otras veces la vi pero a la orilla de la calle, comiendo frutos, y nosotros conociendo su comportamiento de forma discreta nos íbamos acercando. Observar una pava negra es apreciar una arteria de la montaña, aquella negrura que se mueve furtivamente entre riachuelos, árboles, y el suelo, constituye dentro del bosque nuboso un ave importante dispersora de semillas, pero también uno de sus grandes secretos, puesto que no le gusta ser vista, sino más bien pasar desapercibida.
Como mi abuelo, yo madrugo para internarme en la montaña, no para tirar pavas, sino acaso, para tener la oportunidad de ver alguna y capturarla con el lente de mi cámara.
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