Dentro de la cantera de posibilidades de sonidos que alberga la montaña, hay chillidos violentos y estruendosos, otros armoniosos adecuados para un idilio, y los que parecen distinguirse por sus tintes melancólicos, dignos de un ocaso. Así lo notó el poeta latino Horacio “queruntur in silvis aves” (las aves se quejan en los bosques), ya que algunas, como con una flauta lastimera, cantan nostálgicamente. Con un leve canto, el rualdo ronda los bosques de altura queriendo contar su historia.
El rualdo es una especie que presenta dimorfismo sexual, es decir que existen variaciones en tamaño, forma y color entre macho y hembra. Es pequeño, mide aproximadamente unos 13 cm. La hembra es de color mayoritariamente verde brillante, con una corona cerúlea en la cabeza. El macho mezcla el verde con un amarillo dorado que le recorre el pecho, y una corona de este mismo amarillo, que le ha dado el nombre entre pajareros de Rey de Rualdo, pero esta distinción es, como se mencionó anteriormente, por el dimorfismo que presenta. Es común en las tierras altas, en ocasiones a partir de los 1.000 m.s.n.m.
Sus llamativos colores y su peculiar canto se condensa en una leyenda que toma el rualdo y al volcán Poás como protagonistas. Se narra en esta historia que en las faldas del volcán vivía un Rey de Rualdo con un hermoso canto pero con plumaje opaco, y era muy amigo de una doncella indígena. Al volcán furibundo no podían aplacar con ninguna de las ofrendas que realizaban, y los indígenas decidieron ofrecer a la bella doncella como sacrificio. El Rualdo al enterarse fue a cantarle al volcán, y ofreció su canto armonioso en lugar de su amiga. El volcán Poás aceptó y conmovido por la melodía lloró, apagando así su furor y llenando con sus lágrimas la cumbre formó una laguna. La bella voz del Rualdo se apagó, dejando solo un añorado quejido, sin embargo el calor de aquella furia volcánica, terminó dorando el plumaje de aquel pequeño pajarito.
Los mitos suelen nacer por la necesidad de los seres humanos para explicar o comprender el mundo, con esta leyenda quizás los indígenas, explicaban el origen de la laguna del cráter del Poás, y el porqué el rualdo tan vivo en colores, tenga un canto apagado. O simplemente fue parte de la inventiva de las personas, con la necesidad de entretenerse. Sobre el nombre vernáculo rualdo no hay certeza de su origen, ni de un posible significado; se apunta quizás a la palabra gualdo, que es el empleado para un color amarillo, similar al amarillo de la bandera de España. No obstante, son aproximaciones, nada más que eso.
Hoy podemos ver a los rualdos en los bordes de los bosques en San José de la Montaña, se distinguen por ese dorado que le dio o no el Poás, o por su suave canto. Nunca podremos escuchar el maravilloso canto que dicen que poseía, pero sí deleitarnos con sus vivos colores que vislumbran entre el follaje. Su canto nos recuerda que, como escribió Fabián Coto, «la nostalgia es más universal que las matemáticas», incluso en el reino animal.
Comments