Myadestes melanops
- José Miguel Carvajal
- Oct 21, 2022
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No recuerdo la primera vez que distinguí el canto del jilguero, quizá tenía 5 o 6 años, cuando para ir a la escuela pasaba siempre frente a la casa de un señor que tenía uno enjaulado. También recuerdo desde muy niño que mi padre replicaba aquel canto, con una técnica envidiable que, aún hoy no he podido heredar, y que él continúa emulando. Pero la primera vez que pude mirar aquel pajarito fue a los 26 años, en la vuelta del puente de Quebrada Honda en Paso Llano, con más suerte que virtud, mi amigo y yo vimos al jilguero perchado. No cantó.
El naturalista Karl Hoffmann, defendía al trópico de los que decían que aquí solo encontraban pájaros chillones, que aunque es cierto que pocas especies existen con buen canto, destacaba al jilguero como uno de los más hermosos, sobre todo por “la dulzura de la modulación de su voz.” A pesar de todo, Hoffmann no pudo observarlo. Lo mismo le ocurrió al alemán Alexander von Frantzius, que describe la voz del jilguero como “mágicas notas como de flauta, son conocidas de todos los que han penetrado en las regiones de las altas montañas en la selva primitiva; sin embargo, no se deja ver en ninguna parte.” De hecho, cuenta Frantzius, que algunos ancianos que pasaron mucha de su vida en el bosque nunca habían podido contemplar al jilguero.
Me atrevo a decir que el canto del jilguero es el más auténtico y singular del territorio costarricense, su voz nítida, ejecutando y contestándose él mismo con frases musicales, con tonos similares a la flauta, o una melodía distendida, aguda y metálica. Esta habilidad canora del jilguero ha sido a su vez su principal condena, ya que es posiblemente el pájaro más perseguido en el mercado de aves de antaño, y hasta hoy en día, cuando aún decomisan jilgueros a mañosos cazadores. Su población fue notablemente reducida por la caza ilegal.
El jilguero mide en promedio unos 17 cm, su cuerpo rechoncho es de un color gris pálido, mientras que su pico y sus patas, como indicios para encontrarlo entre el follaje, son de un naranja llamativo. En su cara posee un negro profundo, como si una oquedad hubiera tomado su rostro.
Como los grandes cantantes, si acaso un Sinatra o una Ella Fitzgerald, la voz del jilguero sobresale por encima de la orquesta, cuando empieza a cantar hasta parece que les regala partituras a los demás músicos: el riachuelo cae con fluidez a tempo, los repiqueteos de los troncos se sincronizan y las demás aves acompañan como pueden con alguna melodía. El jilguero a pesar de su distinguido canto, prefiere ascender solitario al dosel a cantar, es desde ahí donde consigue la mejor acústica cuando habla, pues parece que se escucha en todo el bosque.
No resulta menor que el jilguero no se deje ver, pero sin duda el gran milagro es deleitarse con su destreza melodiosa en medio del bosque, y quizás si logran verlo piensen igual que yo: ¿es de aquel pajarito que se reproducen esas distintas y conmovedoras canciones?

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